Fuera de a sala rusa se encuentra el depósito de agua helada, con una temperatura similar a la de la más gélida región de Siberia. Cuando el calor empiece a ser insoportable, vaya hasta el depósito, llene un cubo de agua helada y, como hicieran los zares rusos desde hace cientos de años, cuando se lanzaban a los lagos helados en lo más inclemente del invierno, vierta agua sobre su cabeza y comparta con dichas generaciones pasadas ese sentir indescriptible. La emoción del momento en que su cuerpo traspasa la barrera de lo ígneo a lo gélido es la experiencia más vibrante que nunca haya sentido, y se sentirá más despierto que nunca.